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Acaba de pasar un nuevo 7 de agosto. Le pregunté a un muchacho sobre el significado de esta fecha para Colombia, y me dijo que es importante porque ya le queda un año a Petro, que desilusionó a la juventud. En todo caso, este fue un día raro.
El jueves pasado se cumplieron tres años desde que Gustavo Petro asumió la Presidencia de la República. A falta de solo doce meses para que termine su gobierno, es conveniente una pausa para un balance de cara a la recta final.
Ser hincha de un equipo de fútbol es de esas cosas que están mal, aunque sea socialmente aceptado; la otra es tener mascota viviendo en un apartamento (la mayoría de las personas citadinas), pero de eso hablaremos en otra ocasión.
El senador norteamericano John Lewis escribió su libro Al otro lado de ese puente tras haber sido testigo y protagonista de importantes cambios políticos y sociales que en la década de 1960 transformaron su país.
En medio de las tensiones y angustias del presente -exacerbadas la semana anterior por las decisiones de una juez-, no se registró en los medios la muerte de dos colombianos ejemplares: Carlos Angulo y Rodolfo Segovia.
Colombia es mucho más que cifras macroeconómicas. Es talento, biodiversidad, resiliencia. Es una nación que ha sabido crecer en la adversidad, que mantiene su atractivo en medio de la incertidumbre global y que cuenta con las condiciones necesarias para proyectarse como un destino estratégico para la inversión y el desarrollo sostenible.
EditorialesComo es sabido, estos elementos, producto de la tecnología, son populares, divertidos y se han vuelto parte del paisaje en eventos sociales y deportivos. Estos flotan sobre las cabezas de los asistentes para capturar, desde unos metros de altura, tomas antes imposibles sin costosos montajes de cámaras suspendidas del techo o elevadas en grúas.
La llamada Ley Kiara, promovida y concebida por la senadora animalista Andrea Padilla, llega en buen momento y es bienvenida. Responde a una realidad cada vez más evidente: los animales de compañía tienen un lugar central en millones de hogares colombianos. En Bogotá, por ejemplo, el 40 por ciento de las familias conviven con al menos una mascota.
El domingo 27 de julio pasado, en una sala de espera del aeropuerto El Dorado de Bogotá, un varón regresó del baño y pidió a una mujer que le devolviera su silla; ella respondió que antes estaba vacía, como quien dice: "El que se va para Barranquilla pierde su silla".
Necesitamos desesperadamente una política exitosa de ciencia y no la tenemos. Somos una sociedad tristemente acientífica. El impacto de la ciencia, la tecnología y la innovación en el progreso de las naciones y en el bienestar de la gente es una verdad axiomática. ¿Entonces qué nos pasa? ¿Por qué esa desesperante indiferencia?