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La asamblea nacional de la ANEF (Agrupación Nacional de Empleados Fiscales) definió hace algunos días su posición frente al actual escenario político-gremial.
No era misterio que, luego de las extraordinarias circunstancias provocadas por la pandemia, los países tendrían que realizar grandes esfuerzos para normalizar sus economías. Esto requeriría un trabajo riguroso y responsable, equipos con la calidad técnica necesaria y un liderazgo a la altura de las circunstancias.
A nadie pudo extrañar el gesto de apoyo que la expresidenta Bachelet realizó en favor de la abanderada comunista, Jeannette Jara, al recibirla en su casa la semana pasada.
Aunque todas las democracias liberales han conformado sus propias estructuras organizacionales, es posible identificar una pieza común clave dentro de sus ordenamientos económicos: el principio de que la hacienda pública debe ser manejada siempre, aun bajo las más apremiantes circunstancias, con el mayor rigor y responsabilidad posibles.En la historia económ
El caso de la toma de San Antonio demuestra que las instituciones legales pueden usarse según el fin lícito que las justifica, o con ellas se puede desviar, equivocar y torcer radicalmente ese fin.
Chile no se cae a pedazos, pero tampoco encuentra una salida. En medio de una crisis de gobernabilidad prolongada, el país enfrenta un balotaje presidencial sin opciones que garanticen un rumbo claro.
Vivimos tiempos de griterío y de exceso de información. El exceso de información es, finalmente, ruido. Nietzsche, siempre adelantándose a todo, afirmaba en el siglo XIX: "Sin dudas corren malos tiempos para el pensador, él ha de aprender a aprovechar el silencio que se da entre dos ruidos y a hacerse el sordo hasta acabar siéndolo realmente".
El voto electoral es también un secreto acto de la conciencia, que resuelve en favor del bien o del mal menor según sea el caso. Ninguna otra especie vota, pues solo el ser humano ejerce ese derecho, siendo también su deber, no únicamente cívico, sino a la vez moral.
Leí hace algunos años la célebre novela de Mary Shelley, gracias al impulso que me dio John Stuart Mill, la principal figura del pensamiento liberal del siglo XIX, pero que no es del gusto de los neoliberales.
Anda volando bajo el bueno de Jonathan. Su ánimo está por los suelos. El mío también. El equipo de nuestros amores, Unión Española, se ha ido al infierno o a la Primera B si se prefiere, o a los potreros, como antes les llamaban."Ay, pena, penita, pena", canta dolido Jonathan.