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En la época del plebiscito sobre el acuerdo con las Farc, hubo una consigna que, para quienes se oponían al proceso, resumía el absurdo al que se vería abocado el país: "Uribe preso y las Farc en el Congreso". Casi diez años después, el fallo contra el exmandatario les da la razón.
Crecimos los baby boomers admirando la democracia e institucionalidad de los Estados Unidos.
En el proceso, la juez se dirigió todo el tiempo al expresidente Uribe como "ciudadano", como si no estuviéramos en Paloquemao sino en la Revolución francesa. Y debo confesar que entre los argumentos de la juez para esta condena hay varios que ofendieron mi estética de abogado.
¿Quién se robó el futuro?", pregunté a un grupo de líderes juveniles en Quibdó. La pregunta quedó suspendida en el aire, incómoda. Y entonces, como si el destino quisiera responder con ironía, un apagón nos dejó a oscuras. Las linternas de los celulares se encendieron casi por reflejo, como una costumbre aprendida.
Los dichos de Petro dejaron de ser noticia: son el ruido de fondo de la tragicomedia de su fracaso.Hablaba esta semana con mi colega José Manuel Acevedo sobre lo que el país podía esperar del presidente Gustavo Petro, en su último año en la Casa de Nariño que, por cierto, empieza a correr este jueves.
La historia judicial y política de Colombia vivió esta semana un episodio parteaguas: por primera vez un expresidente de la República se sentó en el banquillo de la justicia ordinaria -de forma virtual- para escuchar la condena, en primera instancia, en su contra.
En Colombia, la calidad educativa suele discutirse en abstracto, como si no dependiera de las instituciones y personas que la hacen realidad en los territorios.
Tengo formado mi propio concepto jurídico, pero en esta columna no entro a pronunciarme sobre el sentido, las razones y consideraciones judiciales expuestas por una juez de la República para adoptar la decisión de primera instancia en el proceso adelantado contra el expresidente Álvaro Uribe.
Cuando los altos funcionarios del Estado son elegidos o nombrados para períodos fijos, al transcurrir más de la mitad o tercera parte de dichos períodos se dice que tienen el sol a las espaldas y el resto de tiempo lo dedican a hacer el balance de lo que fue su gestión, que dejan como herencia a sus sucesores.
Es tema obligado el del expresidente Álvaro Uribe, con una inesperada y para muchos juristas excesiva pena, en primera instancia, de 12 años de casa por cárcel, que dictó ayer la juez Sandra Heredia. Es un hecho inédito, con innegables consecuencias jurídicas y políticas futuras. Aparte de polarizar más al país en un año electoral, deja otras lecciones.